Hacía mucho tiempo que me apetecía caminar por
Ordesa y conocer a fondo sus valles escarbados. Antes había intentado hacer barrancos, pero en un fin de semana poco propicio para el barranquismo (se pasó dos días diluviando), me prometí volver.
Y surgió la oportun

idad. A mi me apetecía acercarme por la zona, y mis amigos de
BMTski (Ian y Xabi) propusieron ir a hacer el Monte Perdido por la cara norte, o sea
el Valle de Pineta, remontando hasta el
Balcón de Pineta (un lugar increible, lo recomiendo), para vivaquear allí y atacar al día siguiente siguiendo la ruta de la Cara Norte a través del glaciar. Una ruta de alta montaña en Ordesa, precisamente lo qu

e yo quería. Ni dudé en apuntarme.
Se lo dije a Mollu y no tardó en apuntarse, y el engañó a Roger “Il Dottore” y a Albert Lopez sucesivamente, así que emprendimos el camino cuatro Catalanes a reunirnos con los dos Pamplonicas en
Aínsa. Hay que reconocer que íbamos más felices que perdices, pues al llegar a Aínsa nadie había reservado ningún sitio para dormir esa noche. Pero bueno, unas vueltas al pueblo, cuatro preguntas, miradas furtivas a una parada de bus,....y al final encontramos una pensión BBB (buena, bonita, barata). Y todavía tuvimos tiempo de conocer la fauna nocturna del pueblo yendo a tomar algo al Pub que había debajo....en fin, no tardamos demasiado en retirarnos.
Al día siguiente salimos dirección al
Refugio de Pineta. De camino el valle se encajonaba, y dejaba ver las Moles de piedra a las que nos íbamos a enfrentar. No era el
Himalaya, claro está, pero si que impresionaba más que nuestra querida
Cerdanya. Además se había presentado la primera nevada del inv

ierno, y una bolsa de aire frio que durará todavía unos días, se aseguraba de mantenerla.
En el parking del refugio nos cargamos como mulas y comenzamos a patear. El primer tramo es muy concurrido pues hay una enorme cola de caballo formada del rio que viene del glaciar y muchos turistas se aventuran a llegar a ella. Llegamos al desvío para llegar al balcón y allí la ruta seguiría más solitaria....y más empinada. Seguimos remontando unas cuantas horas hasta que llegamos a un paso helado de metro y medio de ancho: ya llegábamos al balcón.
Llegamos al Balcón. El balcón no és más que un enorme valle glaciar situado en un altiplano, dominado por el Monte Perdido y el
Cilindro de Marb
oré a su izquierda, y
los Astazus a la derecha, un Ibon de aguas turquesas y en una brecha por encima del Ibón está construido el
mini-refugio de Tucarroya, como un mirador privilegiado entre el Perdido y el
valle de Gavarnie. Todavía apretaba el sol, así que nos tumbamos a descansar mirando el glaciar y más de uno se quedó dormido...
...hasta que se fue el Sol, que cayó la temperatura en picado. Se comenzaba a notar el frio así que nos abrigamos con los plumones y nos pusimos a preparar la cena. Latas de fabada regadas con un delicioso vino de Somontano nos iban a alimentar esa noche, bajo la perpleja mirada de Ian y Xabi que, mientras devoraban un cus-cus, no se explicaban como habíamos podido cargar todo ese peso de subida.
Seguido nos metimos en los sacos de plumas y nos quedamos dormidos observando

uno de los cielos más estrellados que he visto, viendo estrellas fugaces, deseándoles deseos (que por cierto, se han cumplido), contando satélites,....increible, bajo un silencio absoluto....
Al amanecer nos comenzamos a desperezar y comenzamos a ver un amanecer único. Aquel lugar es un baño de colores y constrastes rojo-amarillentos-azulados que te plantea tu lugar de residencia. Desayunamos con ese espectáculo, recogemos y nos dirigimos hacia la cara norte del Perdido. Escondemos todo lo que no necesitamos, y ya sin peso llegamos hasta el paso más complicado del día...
...y demasiado complicado fue. Era una fisura con agarres, algo que en verano no trae más complicación que una grimpada, pero que tenía la mayoría de agarres con una fina capa de hielo que la hacía bastante insegura. Lo intentamos un par de veces, pero sin cuerda no valía la pena arriesgar. Nos retiramos, la norte del Perdido seguirá allí para siempre, ya tendremos otra oportunidad.
Por lo visto no fuimos los únicos domingueros que llegamos allí sin cuerdas ni arneses, y algún otro grupo dio media vuelta igual que nosotros. Pero eran las 9 de la mañana, que íbamos a hacer todo el día?
Vaya pregunta....pues andar aiba pues! (eso dijeron nuestros pamplonicas) hicimos el rodeo a todo el circo glaciar, unas cuantas horas sin ningún sendero marcado hasta el collado de los Astazus, el lugar de paso hacia el valle

de Gavarnie. Allí al fondo se veía la
Brecha de Rolando, el circo de Gavarnie, del cual no se veía el fondo....valió la pena.
Pero claro, ya que estábamos allí, teníamos el Astazus inferior o mini-Astazus (un 3mil escasos) a tiro de bota, así que remontamos por una cresta que era más difícil de lo que parecía a simple vista. Al final había una arista en la cual no las tenía todas, pero llegamos sin problemas, nos hicimos la foto, y al collado de nuevo.
Bajamos, ya si, por la ruta normal de la gente civilizada, fuimos a buscar el material que dejamos por la mañana y fuimos hasta el Ibon de Marboré, con la brecha del Refugio de Tucarroya encima.
Allí decidimos vivaquear esa noche, ya que vimos que era bastante probable que el re

fugio estuviese lleno, y además que el camino de subida y bajada está delicado como para ir cargados hasta los topes como íbamos.
Claro...que ocurre cuando se vivaquea al lado de un lago? Pues que hay humedad. Y que pasa si hace bajo cero? Pues que la humedad se condensa y te cubre una preciosa capa de hielo. Así fue, de madrugada los que no llevaban un saco apropiado no lo pasaron demasiado bien. Yo personalmente estuve a gusto, viendo amanecer con las luces que me brindaba el Cilindro de Marboré y el Perdid

o y esperando a que me bañasen los rayos del Sol antes de salir del saco. Como un rey.
Desayunamos y como los sacos estaban húmedos, los dejamos a secar mientras hicimos una visita al refugio de Tucarroya para visitarlo. El acceso es bastante remoto, por un corredor empinado, y está situado en el paso entre dos corredores de 45º a cada lado: por uno da al valle del Perdido de donde venimos, y por el otro al valle de Gavarnie. Impresionante.
Bajamos y recogemos todo, y de vuelta al coche. Otra vez deshacemos el camino a través del valle de Pineta y se nota que la temperatura se va recuperando. Nos cambiamos y acabamos la ruta con una pierna de cordero en Aínsa que ya se echaba de menos.
El Balcón de Pineta. Uno de los lugares mágicos y remotos que quedan en el Pirineo. Dejo un trozo de canción escrita allí arriba que invita a reflexionar: “...si le hubiera cortado las alas habría sido mío, no habría escapado. Pero así, habría dejado de ser pájaro y yo.....yo lo que amaba era un pájaro”...

